Plaza de la Constitucion, 3, 36202 Vigo

Milagros Fernández llegó a Vigo de luna de miel y
desde entonces sigue enamorada de su trabajo. El bar Chavolas, que toma
el nombre de la localidad ourensana donde nacieron ella y su marido,
Juan Gómez, ha sido durante décadas uno de los referentes de la ciudad.
«Yo tenía 16 años y él 32», recuerda. «Y tengo tantas historias que me
han pasado aquí que tendría que escribir un libro», apunta esta mujer
que se ha pasado la vida entre fogones, pero disfrutando de una
clientela que ha sido y es de lo más variopinta.
«Siempre habíamos tenido servicio en casa y cuando
empecé -reconoce-, no sabía ni freír un huevo. Mi madre era muy buena
cocinera pero por aquel entonces se puso muy enferma y no pudo venir a
ayudarme
El Chavolas empezó siendo una modesta y recoleta
taberna y en los últimos años ha ensanchado sus límites añadiendo otro
comedor y una terraza. En sus mesas se han sentado comensales anónimos e
ilustres que han compartido comida casera en un ambiente único.
Milagros explica que han pasado por muchas etapas diferentes dependiendo
del tipo de clientela, y todas las recuerda con gratitud. «Los primeros
años trabajamos mucho gracias a la marinería que venía de Marín. A
veces me venían a buscar a casa a las 2 de la mañana para hacerles la
cena», cuenta.
El Chavolas también tuvo una época en que era en
lugar favorito de los artistas y escritores, desde Cunqueiro a Laxeiro,
que según recuerda Milagros, «dejó de venir un día y no sabíamos qué
pasaba. Hasta que nos enteramos de que fue porque tiramos una mesa de
mármol en la que siempre se sentaba».
El restaurante vigués también fue el que dio de
comer durante más de dos décadas a la tripulación de Aviaco. «Pararon
aquí durante 23 años y nunca nos íbamos sin saber si habían aterrizado
sus aviones. Ellos nos levantaron el negocio y con ellos empezamos a
ampliar la carta añadiendo también el marisco. Me animé gracias a la
señora Delmi, que trabajaba en La Mimosa y tenía muchas tablas, y me
convenció para añadir un producto con el que yo, al principio, me daba
miedo trabajar».
Después llegaron los artistas del teatro, y los del
cine. Las paredes del restaurante están llenas de fotos, gran parte de
ellas firmadas por sus protagonistas. Hay actores, pintores y músicos
famosos de estómago agradecido que han dejado su huella y que suelen
regresar al lugar cada vez que vuelven a Vigo. «Los que aún viven,
repiten», sentencia. A uno de los que recuerda con más cariño es a Jorge
Sanz. «Cuando empezó a venir aquí aún era un niño que llegó acompañado
por su madre y por el actor Manuel Alexandre». Y no se olvida tampoco
del disgusto que se llevó cuando se dio cuenta de que alguien le había
robado varias de las fotografías enmarcadas de una de las paredes. Sobre
todo la de José María Rodero, al que tenía especial apego.
Al pie del cañón
A pesar de que los años pesan, y las rodillas ya no
aguantan (lleva tres años esperando por una operación), Milagros
asegura que no se cansa de seguir al pie del cañón. «Le tengo mucho
cariño a esto. Es mi vida. Y cuando estás a gusto, resistes lo que
puedes», dice. Aunque ya no está siempre ante los fogones como antes, lo
supervisa todo y sigue siendo el pilar principal del local junto a su
marido, que es, asegura ella, «el alma del negocio. Tiene 85 años y hay
que ver con qué cariño viene la gente preguntando por él y cómo sigue
ocupándose de la contabilidad, todo el papeleo y muchas cosas más».
Las hijas de Milagros y Juan son filólogas y su
futuro no parece que vaya a pasar ya por continuar la tradición. Sin
embargo, a su nieta de once años, que vive en Alemania, le encanta
atender a la clientela y ponerse el delantal cuando viene. «Lleva mis
genes», asegura, orgullosa.
Desde 1958.
Calle Cesteiros, 3.
Sus paredes están llenas de fotos autografiadas por cientos de personajes famosos.